Quienes se detienen, piensan, revisan ese pensamiento y se auto-cuestionan, son los que viven gobernados por su ser interno. Algunos le llaman libre albedrío, poder personal o sencillamente discernimiento, ellos son los que terminan consiguiendo opciones más ligeras y saludables para su situación personal. Ellos son los que apuestan a sí mismos y deciden conectarse con lo que hay, con lo que tienen.

Conozco personas en Venezuela que descubrieron que era mejor vender aquello que les quitaba la paz, porque aferrarse a lo que ya no nos sirve, es también atentar contra nuestro propio poder.

Mientras el entorno venezolano se pone cada vez más retador, se crean espacios más idóneos para identificar los dolores reales de aquello que llamamos "la situación", que no es más que un incómodo síntoma de cosas que están en capas más profundas de la psiquis colectiva.

Llegamos a Navidad con el año que pensamos, no con el que soñamos.

Si el término calidad de vida significa para ti aire acondicionado, camioneta de último modelo y una quinta con vista al mar, creo que te quedaste en el siglo XX. Los conceptos de prosperidad de este siglo están más asociados con la vida simple y con la sencillez en el andar diario. El filtro para elegir transporte ya no tiene que ver con la velocidad sino con la ecología.

En medio de esta aparente escasez, conocí la historia de un joven quien se ha dedicado a invertir en su desarrollo personal de forma constante y dedicada. Fue el primer graduado de la escuela de liderazgo de John Maxwell y desde su propio crecimiento está inspirando a otros a lograr la mejor versión de sí mismos.

La fórmula mágica consiste en conectarte con la expansión desde la vida simple, con libertad de pensamiento y responsabilidad de tu propia vida… tengas poco o tengas mucho.

Tenemos una adicción a secretos, un completo de sociólogos sin título y politólogos frustrados. Hablamos, hablamos y hablamos, pero a ciencia cierta nadie tiene un plan personal que vaya más allá de “vamos a esperar a ver qué pasa”.

Todo aquel que vive en el mundo de la publicidad, sabe que el gran terreno a conquistar es la atención de su cliente ideal o del mercado a conquistar.

Hay un chiste urbano que dice: “los economistas te dicen lo que va a pasar, y luego te dicen por qué no pasó lo que dijo que iba a pasar”. Muchas personas acuden al economista experto como quien busca el brujo intelectual. Quieren que les diga lo que va a ocurrir, como si el título de economista les diera acceso a un terreno cósmico de tele-transportación al futuro.