19 Jul, 2018 | “Identidad: soy la resistencia en la indolencia de tu olvido”.

Lo que nos caracteriza como pueblo con particularidades específicas, reconocidas por todos, es nuestra identidad cultural, que se convierte en la parte medular del gentilicio margariteño, es la bandera que flamea en nuestros corazones y la antorcha que ha pasado y seguirá pasando de mano en mano, de generación en generación, hasta llegar a nosotros.

Marta Pérez, afirma: “es posible afirmar que un pueblo tiene una identidad cuando sus individuos comparten representaciones en torno a tradiciones, historias, raíces comunes, formas de vida, motivaciones, creencias, valores, costumbres, actitudes y rasgos. Junto a ello deben tener conciencia de ser un pueblo con características diferentes a las de otros pueblos”, es decir, la puesta en valor de todo el conjunto de elementos que impregnan y dan realce a la identidad margariteña es nuestro principal compromiso, sentirnos orgullos de nuestras raíces es darle sublimidad a lo que somos como individualidad formada en el crisol amalgamado que en colectivo construyeron nuestros ancestros y que han tratado de mantener vivo las descendencias siguientes.

Como integrantes y actores sociales de nuestra colectividad insular, debemos estar conscientes que al valorar positivamente nuestra identidad, trae por consecuencia el estímulo de la autoestima, la creatividad, el orgullo de pertenencia, la solidaridad grupal, la voluntad de autonomía y la capacidad de resistencia contra la penetración excesiva de elementos exteriores, tan arraigada en estos momentos, amparada en lo que se denomina globalización.

La identidad cultural margariteña se sustenta en el nivel de pertenencia de todos los que hacemos vida en esta entidad, por lo que se hace prioritario y de alta responsabilidad identificarse e involucrarse de forma más activa en el conocimiento colectivo de lo que somos como pueblo, de nuestra memoria común, asentada en el compartir de rasgos, características, convenciones y circunstancias transmitidas simbólicamente, de tal manera que adquiera la fortaleza y la fundamentación para su constitución, estabilización y relativa permanencia a través de los tiempos futuros.

Sabemos y estamos persuadidos de que la cultura no es inalterable, sino que se evoluciona y transforma, pero los cambios serán mínimos si nos encuentran fortalecidos y con el convencimiento de defender lo nuestro.

Gándara expresó “no se puede conservar lo que no se quiere y no se puede querer lo que no se entiende”, de allí que es ineludible la preservación de nuestra identidad cultural, esos valores auténticos que han llegado hasta nuestros días y tenemos el deber de servir de trampolín de manera tal que las futuras generaciones expresen desde sus almas: “yo soy identidad”.