15 Nov, 2014 | Las palabras del título pertenecen a Juan Miguel Rondón en la inauguración de la Feria Internacional del Libro organizada este año por la Universidad de Carabobo. Quiero felicitar a sus autoridades, especialmente a la rectora por esa iniciativa tan nutritiva para Valencia. Ahora bien, como dice el refrán: "Del dicho al hecho hay mucho trecho".

Ojalá, y ese es mi deseo, que nuestros estudiantes lean y lean bastante. Pero hemos de comenzar los profesores dando ejemplo. Lo mismo pasa en casa. De padres lectores, salen hijos lectores. Y es que las ideas mueven el mundo. El mundo es, lo que piense la gente que lee. Y esa gente es, por antonomasia, la élite universitaria. Qué triste que un centro educativo regatee la inversión en libros. O se conforme con que sus estudiantes aprendan de unas fotocopias que sacó con todo tipo de errores el estudiante mercantilista, que se redondea así su escuálido presupuesto. Nuestros estudiantes necesitan orientación porque se escribe de todo. Hace años Ángel Rosenblat se quejaba de la industria "textil" y no se refería precisamente a la de las telas, sino a la de los textos. Me decía un profesor de Ciencias, Premio Nacional de su especialidad, que escribir un libro es muy fácil, lo difícil es venderlo.

El buen autor cae en manos de la industria "textil" y después que se ha pasado años investigando, comprobando, redactando y al fin publica el libro, las editoriales le comienzan a aplicar el "via crucis" para poder cobrar los pocos "churupos" que quedan, después de pasar las diversas aduanas. Hay que saber elegir lo que se lee, para que lo que se lee sirva para vivir. Si a mí me dice un autor que yo soy quien decide lo que es bueno y lo que es malo, (relativismo) me lo creo, porque el escritor vive rodeado de una aureola de prestigio, inflada por la propaganda y porque el autor que vende es porque sabe escribir, es ameno, y dice algunas verdades.

Pero no se las sabe todas, ni sabe de todo. Vende porque la gente quiere que el escritor les diga lo que quieren oír para seguir haciendo lo que está mal y tranquilizar su conciencia. En fin, que hemos de tener olfato, para que examinando un índice, darnos cuenta si aquello nos hará bien o nos hará mal. Allí demostraremos nuestra calidad intelectual. Es como el buen cazador que descubre al conejo allí donde no lo ve. ¡Mil felicitaciones a los organizadores de la Filuc! y que continúe sonando el joropo.