Rosalina asegura que la cantidad de pescado ahora es mucho menor a la que había cuando su padre faenaba. / Foto: MARIO GUILLÉN MONTERO

28 Feb, 2016 | Si alguien sabe de pescados es Rosalina Brito. Esta mujer oriunda de la población de El Tirano, en el municipio Antolín del Campo, trabaja desde que era una pequeña niña vendiéndolos y sabe que las cosas han cambiado tanto en la tierra como en el mar.

Aun cuando desde que tenía uso de razón acompañaba a su madre al puesto donde ofrecían lo que pescaba su padre, fue a los 12 años cuando le dieron la tarea de ayudar en las ventas y atender el público.

En la década del sesenta todo era diferente a lo que es ahora, relata esta amable margariteña. En ese entonces las personas se acercaban a la playa y los pescadores entregaban pescados, a veces sin cobrar nada.

“Había mucha hermandad entre los pobladores, todos compartían lo que pescaban y quedaba para la venta. Las cosas son muy diferentes, ahora cuando el pobre pide lo miran mal y es que el pescador ve hasta lo último que pesca como ganancia porque la situación del país ha generado que esto se torne complicado. Si no hay dinero no vives”.

Sobre el pueblo de El Tirano asevera que era muy alegre, y que sus residentes recibían a los temporadistas con mucho amor. “Esto siempre estaba lleno de gente de todos lados, de Margarita, Venezuela y muchos gringos. Eso era muy bueno porque se vendía bastante pescado y todas las especies”.

Para Rosalina Brito la naturaleza está pasando factura a los abusos que han dado a los margariteños al mar y la naturaleza.

“Cuando recibíamos a mi padre luego de la faena, venía cargado con medio bote de pescados, ahora ves a esos muchachos que pasan más tiempo en el mar y no traen casi nada. La situación me preocupa pues imagino lo maltratado que está la mar y por supuesto, esto traerá problemas a nosotros los que vendemos pescado, y al pueblo”.

La tradición pesquera ha pasado de generación en generación en su familia y está casi segura que esto no se detendrá. “Todos mi ancestros han sido pescadores y mi hijo también es pescador. No creo que esta costumbre de pescar y vender pescado se detenga porque la verdad nos gusta mucho, le ponemos mucho amor a lo que hacemos”.

Rosalina comenta que el oficio del pescador y de la vendedora ha sido subestimada por la gente y lo ven como “poca cosa”, pero, al contrario, asevera que hoy más que nunca se requiere de personas que se dediquen a esto.

“Durante muchos años hemos trabajado para llevar comida a las casas de los margariteños, entonces es muy importante. Estoy segura que si a nuestro gremio se le diera un apoyo contundente se harían cosas buenas para el país. Pero hay muchas necesidades, desde lo más pequeño como lo es comprar el peso para vender los pescados, el cuchillo para limpiarlos hasta ayudas con botes y motores a los pescadores. Esperemos que todo mejore”.

Familia y amor

Rosalina Brito nació el 4 de septiembre en la población de El Tirano, municipio Antolín del Campo. Es hija de María de la Cruz Vargas y Edilfonso Brito.

Tuvo ocho hermanos, pero por diversas circunstancias de la vida ahora sólo quedan cuatro.

Se casó a los 20 años con Pedro Luis Méndez, y asegura que fue amor a primera vista.

Lo conoció cuando Méndez regresó del servicio militar.

De su matrimonio tuvo a cuatro hijo, uno de estos murió hace poco y para Rosalina es el ángel que la cuida y protege de todo mal.

Su hijo Juan Gabriel se dedica a la pesca como lo hizo su abuelo y demás ancestros.