La pasión por la música llevó a este cordobés de corazón a trasladarse miles de kilómetros de su hogar. / Foto: DANIEL RAMÍREZ

14 May, 2016 | Conversar con Jorge “Perro” Bustos es contagiarse de buena vibra y optimismo. Este músico, que decidió echar raíces en la isla de Margarita tiene 24 años radicado en la Perla del Caribe, una región que lo atrapó por la calidez de su gente y no por sus hermosos parajes como suele sucederle a quienes deciden venir a vivir acá.

Jorge nació en Santiago del Estero, Argentina, pero se considera un cordobés nato pues pasó la mitad de su vida en este lugar al lado de sus padres Jorge Luis Bustos y María Eli Cordova, a quienes les debe gran parte de lo que es hoy en día.

Junto a ellos tuvo una infancia llena de amor y apoyo incondicional. Asegura que una gran lección que le dieron sus padres es siempre perseguir sus sueños y hacer lo que lo haga feliz, y justamente eso ha hecho en su vida.

Fue durante su paso por la escuela salesiana que comenzó en la música, cuando un grupo de seminaristas organizaron un grupo y fueron por cada salón preguntando quiénes sabían tocar instrumentos.

Bustos no dudó en alzar su mano y decir que tocaba la batería, lo que era falso pero era la excusa perfecta para evadir las tediosas clases. Fue así como llegó a la sala de ensayos y tomó las baquetas y golpeó los toms pero fue evidente que no sabía hacerlo.

A pesar de esto quedó con el puesto porque nadie más se postuló. Animado por su nueva pasión le pidió este instrumento a su padre pero su alto costo era inaccesible para los padres de Jorge, pero para nada desistió.

El “Perro” Bustos comenzó a buscar un instrumento que sustituyera a la batería y fue así como dio con el bajo. Pronto su padre logró comprarle uno y así comenzó a practicar de forma autodidacta en una época donde no existían los tutoriales de YouTube. Escuchando una y otra vez los discos de The Beatles, Kiss, Pedro Aznar y folclore argentino a oído puro comenzó a dar sus primeras notas y afinar su oído a tal punto que ahora puede corregir a un afinador digital.

En su adolescencia formó parte del grupo “Apogeo”, participando en festivales de rock importantes de Cordova. Fue en está época que su amigo el saxofonista Daniel Herrera le propuso irse a Buenos Aires en bicicleta, a 900 kilómetros de distancia de Cordova, pero la llegada de un circo italiano a su ciudad cambió los planes.

Comenzaron a trabajar en la carpa como músicos y ahí conocieron a un tecladista venezolano que les afirmó que en este país se podía vivir de la música, a diferencia de lo que sucedía en su natal Argentina.

El primero en partir a Venezuela fue su amigo Daniel y dos meses más tarde el Perro Bustos lo hizo, directamente a la Perla de Caribe.

Recuerda cómo sintió el calor margariteño al abrirse la puerta del avión y la alegría que sintió al ver a su amigo Daniel junto a un grupo de venezolanos que lo esperaban con las banderas argentinas y venezolanas junto a un mate.

Para Jorge los lugares no valen por su infraestructura sino por su gente, y eso fue lo que lo enamoró de Margarita.

El mismo día que llegó hizo amigos como el Gato Gallardo, Nellys Marcano y sus hijas.

Luego conoció a Lucienne Sanabria y Roki Viscuña, pero fue la voz de Sanabria quien lo enamoró de la música tradicional margariteña. Poco después se hizo amigo de Cheo González, quien le dio técnicas de guitarra.

Para Jorge el folclore margariteño es atípico, porque lleva 5x8 y eso solo lo había visto en jazz. En definitiva, Margarita se convirtió rápidamente en su hogar donde ha hecho amigos, ha conocido el amor y sobre todo ha hecho muy buena música.