Acosta sigue siendo referencia para los pescadores antolinenses. / Foto: YULIANNYS GONZÁLEZ.

14 Ago, 2016 | Una vida tranquila y sencilla es la que ha llevado Edmundo Rafael Acosta Brito, quien es mejor conocido por su apodo “Cachicato”. Desde muy pequeño, este pescador estuvo rodeado de paz, por lo que lo convulsionado de estos tiempos turba su tranquilidad, pero mantiene firme su voluntad de que mejores momentos llegarán pronto a la Isla.

Aunque "Cachicato" nació en El Tirano, a los dos meses de edad fue llevado por sus padres al archipiélago de Los Frailes, donde vivió por 35 largos y placenteros años. A su juicio, Los Frailes es un paraíso y quien viva allí valora esa paz y tranquilidad que se respira a diario.

Este lugar cuenta con pocos servicios, por lo que tanto antes como ahora, se depende en gran medida de Margarita. Comenta que sólo iban a El Tirano a visitar a la familia, a buscar agua, víveres o de consulta médica.

"Cachicato" relata que cuando no conseguían agua en El Tirano se iban a la poza de El Cardón, lugar que ahora está prácticamente seco. Asimismo, dice que cuando enfermaba alguno de los miembros de su familia se trasladaban a la medicatura de El Tirano y la atención era de primera, ahora ve muchos centros asistenciales, pero su desempeño es deficiente en la mayoría de los casos, aunado al déficit de medicinas.

Junto a su padre, Domingo Acosta, aprendió el arte de la pesca y siempre se mantuvo a su lado durante las faenas y en los momentos de enfermedad. Reseña que antes había menos pescadores, pero había más pesca.

“En un enyugo de nasas poníamos cinco trampas y salían 10 de un rollo de alambre, ahora no se puede, en un enyugo colocan dos o una, por el crecimiento de los pescadores. Lo peor es que ahora los pescadores se roban entre ellos”.

Cuenta que los trabajadores del mar de antaño tenían una agilidad mental superior, pues se guiaban por las serranías o mentalmente ubicaban las zonas donde colocaban sus trampas, mientras que ahora recurren a la utilización de equipos tecnológicos como los GPS para ubicarse.

Aunque su vida en Los Frailes era placentera, los menesteres amorosos lo arrimaron de nuevo a las orillas de El Tirano en busca de su “costilla”.

Carmen Hernández fue la mujer que lo alejó de aquel paraíso, pero le brindó la felicidad plena al darle su amor y sobre todo al regalarle a sus hijos Reimundo y Cristian, quienes al igual que su padre se dedicaron a la pesca.

Recuerdos

Para "Cahchicato", los valores se han perdido y justamente es lo que ha hecho que la tranquilidad se haya ido de Margarita.

“Cuando era niño me conseguí camino a casa dos bolívares. Mi mamá me hizo ir hasta donde los conseguí y esperar que pasara alguien reclamándolos. Ahora los jóvenes llegan a casa con objetos que no pueden costear y se lo festejan”.