1 Jul, 2017 | Parece ser que el desquiciamiento y desplome del andamiaje institucional de la V República venezolana, según denuncia de la fiscal general, Dra. Luisa Ortega Díaz, han venido acompañados por dos hechos paralelos y significativos. De un lado, hasta cómico y risible, sino fuera por la gravedad de la crisis que golpea a la atribulada población, la vulnerabilidad de los sistemas de defensa para proteger al país y salvaguardar las vidas de los altos dignatarios y dirigentes del partido gobernante.

De otro lado, la escasa confianza, en el favor de los votos del pueblo para apoyar la iniciativa constituyente y permanecer en el poder. Aquella puesta en evidencia con el vuelo de un helicopterito del Cicpc en los cielos de Caracas, la última por las palabras mismas del presidente Maduro, al exclamar que si no “era con los votos, pues sería con las armas”.

El país ha tenido un descomunal incremento de los gastos militares en los últimos ejercicios fiscales. Los últimos chillidos de la moda de la juguetería bélica de los “perros de la guerra” en los mercados internacionales eran escuchados con gozo y admiración por este lado del planeta. Cuando las vacas estaban gordas, un barril petrolero a USD 150 y ahora flacas, rondando a USD 40, los presupuestos militares eran intocables. Por una especie de cruel maldición bíblica, hambre, miseria y penurias para nuestro agobiado pueblo y los gastos militares suben que suben.

Del mismo modo, si podíamos con sobrada razón ufanarnos de poseer y disfrutar la mejor constitución política de todos los países del mundo y en todas las épocas de la historia, la pluscuamperfecta, hasta la iniciativa constituyente, CRBV, también teníamos hasta el vuelo del helicóptero uno de los más efectivos e invulnerables mecanismos de defensa del subcontinente. También con el sistema electoral.

Según parecía, y así se nos había dicho, era fiable y pulquérrimo. Ahora después del vuelo de rambo danzando sobre el cielo de Caracas y las palabras presidenciales sobre la intención de los sufragios para la constituyente (o su ausencia), cabe la duda en torno a la seguridad de las armas y los votos.