Porlamar
26 de abril de 2024





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Cubagua
La diferencia de azules mientras nadamos buscando la masa de hierros desgastados es hermosa.
Alfredo Calvarese

22 Ene, 2019 | Algo sagrado se apodera de todos cuando apagan el fuera borda del peñero y este se desliza sigiloso rompiendo suavemente el agua hasta tocar la orilla. Bajas del bote, comprendes la magnitud del lugar y sientes cómo en un solo punto la creación se concentra expresándose con tanta magia y milagro.

Anclado a la madre tierra callas y observas. Una nube inmensa y solitaria en forma de tortuga reposa inmóvil sobre lejanos picos. Es la única en este inmenso cielo azul. Desde la distancia Macanao parece otra isla totalmente lejana y aislada de Margarita.

Es la misma imagen que muchos vieron desde que la primera ciudad de este país se desvaneció en medio de una marea. En la distancia la historia es solo un susurro y el progreso un espejismo. Uno sigue quieto con miedo de moverse no vaya a ser que la nube se desprenda.
Dejamos nuestros enseres y equipamientos en una solitaria ranchería llena de vanos para puertas y ventanas nunca construidas y por donde la brisa pasa y descansa por un rato su eterno viaje. De inmediato, al agua, a lo que tanto amamos.

El ferry hundido asoma su proa destrozada y oxidada como si tomara su última bocanada de aire. Esa es nuestra referencia. Desde la punta este de la isla llegamos nadando al pequeño faro en medio de aguas poco profundas y turquesas. Nos vamos adentrando en mar abierto mientras el fondo se va sumergiendo en el azul oscuro.

La diferencia de azules mientras nadamos buscando la masa de hierros desgastados es hermosa. La corriente nos empuja fuera de la bahía, son aguas desconocidas, pero el llamado a nadar alrededor del barco es muy fuerte.

La sombra borrosa de esa embarcación en ruinas va tomando forma y sorprendido vas divisando cómo se fragmenta en barandas, cauchos y escombros cubiertos por hermosos corales y un mundo multicolor de peces.

La popa se hunde a gran profundidad desvaneciéndose en sombras aterradoras y en ellas uno imagina la angustia de quienes desafortunadamente vivieron esos momentos de tensión y hoy se materializa como punto de visita turística y contemplación.

Hay un luto permanente allá abajo pero, inevitablemente, el presente se monta sobre el pasado y le exige a la muerte que se asome por esas oscuras ventanas y sienta la explosión de vida en luz y colores.

Regresamos solitarios en medio de la bahía que se hace nuestra entre azules y transparencias. Una ruta más nadando nuestra isla. Un nuevo domingo lleno de compañerismo y agradecimientos. Sentirse vivo, amando y dejándote amar es una bendición.




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