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3 de mayo de 2024





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Cuando un cuaderno llora
Cuando un cuaderno llora, la dimensión de la escena es una pregunta con respuesta prolongada. Esto es así, puesto que la partida de un artesano de las letras, lo que está haciendo es filosofar a través de la lágrima testimonial de su mensaje.
Ángel Marino Ramírez V. @profesormarino

8 Abr, 2019 |

In memorian de la querida Yanet Escalona.

Cuando un cuaderno llora, quizás es porque sus páginas llenas de notas ya no encontrarán esa mano que las acariciaba ni el sabio análisis que sobre un texto hacía la mente experta. El cuaderno no imagina la muerte pues solo sabe de letras eternas reflexionando en la alteridad de su lector. ¿Cómo le explico al cuaderno de estas cosas de la cotidianidad humana? Lo más seguro es que comprenderá cualquier ausencia como un espacio en blanco que se deja para una anotación futura. Es decir, no comprende la muerte. Se me ocurre decirle que hay un cielo para los escritores y periodistas y que allí también pueden ir los cuadernos. Por los momentos, puede llorar pensando en las noches que le dio compañía útil a aquella mano virtuosa.

Cuando un cuaderno llora está perdonando el silencio que ahora lo aturde. De pronto, su recuerdo vuela y revive la inconfundible línea editorial de quien escribía en sus páginas hambrientas de información. El cuaderno, evoca aquellos días de largas e interesantes entrevistas en donde el verbo activo y la llama de un buen título quemaban plácidamente sus ámbitos. Mejor dicho, es muy posible que esté pensando en aquella célebre frase del poeta latino Quintus Ennius: “Que nadie llore por mí o que celebre mi funeral con luto; porque todavía vivo, cuando paso de un lado a otro por la boca de los hombres”. Quiero decir, el cuaderno quiere convencerse de que la mano no ha muerto pues ella vive de un lado a otro dentro de sus márgenes escritos.

Cuando un cuaderno llora, la dimensión de la escena es una pregunta con respuesta prolongada. Esto es así, puesto que la partida de un artesano de las letras, lo que está haciendo es filosofar a través de la lágrima testimonial de su mensaje. Los párrafos por su parte habrán perdido su letra mayúscula y no nos extrañe que la sangría muestre la identidad irracional de su rebeldía. Por algo la pirámide periodística es invertida. Sin embargo, hay algo seguro: a todos nos llegará el momento de la interpretación divina, incluso al cuaderno.

Cuando un cuaderno llora, lo puede hacer de alegría. Después de todo, concibe en el cielo medios de comunicación y que esta vez, el primer encabezado hecho por su mano amiga es con la palabra de Dios. Total, un escritor o un periodista es una especie de nómada de la semántica moderna y para un cuaderno seguirá siendo difícil entender las vicisitudes de la cotidianidad humana.

En fin, cuando un cuaderno llora, ha elegido lamentar la partida de una perla que enseñó la determinación de la vida. Por lo tanto, la muerte la ha reconocido como una hoja difícil de doblegar y que ahora ha escalado para reportar desde el “Sol del Reino Celestial”. Hasta el próximo cuaderno.

¡Estudiante echa pa’lante!




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