25 Jul, 2017 | El gobierno de Maduro ha sufrido tres importantes y vitales derrotas políticas. Una, el 16 de julio con la masiva y avasallante Consulta Nacional que rechazó el ilegal llamado a una Constituyente, el exitoso Paro Cívico del jueves 19 y el 20 de julio con la elección de los nuevos magistrados del Tribunal Supremo de Justicia por parte de la Asamblea Nacional, depositaria de la voluntad popular y con incuestionables atribuciones constitucionales para auspiciar estos eventos.

La inmensa mayoría de los venezolanos ha respaldado, sin lugar a dudas, tales iniciativas políticas. El momento histórico reúne las condiciones objetivas y luce oportuno y adecuado para el desarrollo de estos hechos que han dado como resultado un significativo avance para la conquista del cambio político. Por tanto, se debe resaltar que los tiempos en la politica revisten especial importancia.

Hoy, el gobierno de Maduro aparece más aislado en la esfera internacional y en franca y visible minoría en lo interno, solo se mantiene por la feroz y brutal represión, la amenaza, el chantaje y la manipulación hasta con el derecho al trabajo y los alimentos, superando con creces lo que tanto criticaron en el pasado. Sinceramente dan vergüenza y pena ajena a lo que han llegado.

Están haciendo malas cuentas si consideran que la represión militar y policial los mantendrá en el poder contra la voluntad mayoritaria de los venezolanos, evitando elecciones libres y transparentes. La vocación democrática del pueblo impedirá que crucen la raya roja del zarpazo totalitario. No podrán.

Aquí hay un pueblo decidido y dispuesto a no dejar pasar esa farsa que constituye un fraude a la Constitución. Repito lo que expresé en el artículo anterior: la solución es politica y electoral. Lo más sano y prudente que puede hacer el gobierno es suspender ese mamotreto y aceptar un cronograma electoral con fechas definitivas.

Insistir en la Constituyente a lo Juan charrasqueado, a lo mero macho, puede resultarle peor el remedio que la enfermedad. En el gobierno debe privar la sensatez, la cordura y la madurez políticas respetando la Constitución y las leyes. El reloj del cambio político está dando sonoras campanadas, anunciando que se acaba inexorablemente el tiempo del gobierno. ¿Es que acaso están sordos?