1 Jun, 2021 | La gente anda rota,

más que nunca antes desde que asumimos la conciencia;

cada hombre parece el cuadro común de la calle de siempre con el hueco habitual que todos miran a diario en la cuadra,

el que todos saben,

del que todos hablan,

pero que,

por más que estorbe y dañe,

permanece sin arreglo.

Nunca vi al mundo tan roto como ahora;

la mente se ha vuelto una selva densa poblada de demonios;

la ansiedad: el café;

la depresión: el respiro;

el insomnio: el abrazo que espera al llegar las sombras.

¡Qué páginas tan grises las del diario de los días!,

de estos voraces días...

El desgarro adentro es grande,

mucho,

tan amplio que a falta de suturas de alma y palabras de aliento,

algunos buscan remendarse con mecates,

y los pies al aire parece que flotaran,

haciendo creer que se ha logrado la ingravidez necesaria,

el anhelado vuelo que derrotará las sombras,

pero el techo se resiente

y el grito tras la puerta abierta reza que la oscuridad tan solo se ha heredado;

algunos horadados buscan el metal,

y tratan de soldar sus carcasas con algo de plomo en la cien,

y el chasis se descalabra,

y el vacío pasa de la mente a su gente,

y nada se arregla,

sino que las esporas de la gris pólvora se propagan conciencias adentro,

hongo de verdades oscuras,

ojos amarillos de reptil en el armario;

y así con los Ícaros que van al asfalto,

con los que optan por un golpe de tren...

¡otra rotura!,

¡sí!,

¡algo igual o más contundente que lo que oprime tras las iris!,

porque sí,

pueda que en verdad con un clavo se saque otro,

y que con una herida mayor

la interna se cierre y se vea la luz

o se llegue a la nada,

algo distinto a la pandemia más real y peligrosa que jamás ha existido...

sabes de qué hablo,

la has vivido.

¡Una vacuna para el alma!,

¡por favor!,

¡un PCR para el espíritu de la gente!,

andamos rotos...

alguien,

por favor,

que se ocupe de las mentes.