Porlamar
28 de abril de 2024





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Juntando los huesos de Gabo
Por estos días había descubierto con gran asombro, que los adolescentes de las escuelas públicas en Porlamar –no sé si pasa igual en los colegios privados- no conocían ni remotamente a García Márquez.
Hilda Mendoza Ramírez

9 Mar, 2024 | Este 6 de marzo se cumplieron 97 años del nacimiento de Gabriel García Márquez, mismo día en que fue publicada su obra póstuma En agosto nos vemos. Se dice que lanzar la novela implicó todo un dilema moral para sus familiares y sus editores, pues el autor nunca consideró publicarla –había escrito varias versiones ligeramente distintas del mismo texto durante años sin decidirse-, pero además por asuntos relacionados con la misma historia.

Al parecer, García Márquez expresa en esta novela –conformada por varios cuentos autónomos hilvanados por el relato central- situaciones ya referidas en otras de sus obras, aunque de forma renovada, con su particular sello de relatos mágicos y romances desventurados y algo sórdidos, entretejidos por el drama y el humor en esa misma sobria narrativa suya. Por eso la reconocieron como una creación auténtica.

Al revisar cada puntada los editores se fijaron, por ejemplo, que al final de esta nueva novela-cuento -donde aparece la protagonista llevándose a casa los huesos de su madre, tras haber visitado cada año el cementerio en el mes de agosto, visita anual que desencadenaba una nueva aventura- surgía una referencia simbólica ya presente en Cien años de soledad, cuando Rebeca llega a la casa de los Buendía con una bolsa en la que trae los huesos de sus padres.

Casualmente este 8 de marzo, en el Día Internacional de la Mujer, leí un cuento breve del libro Mujeres que corren con lobos, durante un taller de comprensión lectora con alumnos de bachillerato, en el que un curioso personaje al que llamaban La Huesera, reconstruía esqueletos de animales, especialmente lobos, cantando sobre ellos hasta que cobraban vida. El lobo revivido se convertía en una mujer que corría libremente y reía a carcajadas. La imagen encarnaba la naturaleza femenina salvaje renuente a la domesticación, pero no compartí esa inferencia de la recopiladora, Clarisa Pinkola Esté, para no ir más allá del relato mágico adaptado a la edad de los escuchas.

Por estos días había descubierto con gran asombro, que los adolescentes de las escuelas públicas en Porlamar –no sé si pasa igual en los colegios privados- no conocían ni remotamente a García Márquez. Al menos estos jovencitos nunca habían oído de él. ¿Cómo puede ocurrir esto si varias generaciones de lectores y escritores en las últimas décadas, se han maravillado con su realismo mágico? ¿Cómo si ha sido un enorme parteaguas en la literatura latinoamericana y no hay escritor alguno de nuestros países y nuestra época que no se haya inspirado un poquito o mucho en él? ¿Cómo si ya tiene un sitial entre los grandes de la literatura universal? ¿Cómo si era colombiano? ¿Cómo si de camino a la escuela oí en el autobús a un vallenatero ambulante cantando Ada Luz?

Quedan tres años para su centenario, tiempo en el que tendríamos que cantar y cantar, cantar y cantar, para que la tierra se vuelva un cantar en los techos de cartón, y se vayan juntando los huesos del Gabo como un solo corazón. Es un gran desafío un plan lector garciamarquiano para escolares, docentes, padres y representantes, que lejos de ser una referencia trillada o un lugar común, sería más bien un descubrimiento en tierras insulares, costeñas como la suya.




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