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12 de septiembre de 2024





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Requiem para mi amigo Miguel Salazar
Vuela, vuela, vuela alto Miguel, que “los que mueren por la vida, no pueden llamarse muertos. Y a partir de este momento, es prohibido llorarlos”.
José Gregorio Rodríguez R. jotaerre577@gmail.com

15 Ago, 2024 | Este lunes 12 de agosto en horas de la noche, murió producto de una severa complicación pulmonar, quién en vida fuera uno de mis mejores amigos, esos hermanos que la existencia te regala, el polémico periodista Miguel Salazar.
Nos conocimos en Bogotá, Colombia, donde serví como diplomático en la embajada de Venezuela entre 1993 y 1999, a propósito de un incidente en el que se vio involucrado injustamente, su hijo, Miguel Ernesto Salazar.
Se desempeñaba como canciller de la república el también periodista José Vicente Rangel, quién le encomendó el apoyo irrestricto a su colega Miguel Salazar, por la difícil circunstancia que atravesaba su hijo, a unos de sus funcionarios de mayor confianza, Miguel Quintero.
El gordo Quintero, como solíamos llamarlo en nuestro tiempo de dirigentes estudiantiles de la juventud del Movimiento al Socialismo (MAS), le pidió al entonces embajador Fernando Gerbasi, que se ocupara del caso por instrucciones del señor canciller y que me encomendara su seguimiento.
Además, producto de las casualidades de la vida, Miguel Salazar, había estado casado con la madre de su hijo detenido en Bogotá, con una amiga y compañera de trabajo en la Biblioteca Nacional de mi primera esposa, Yasmira García, quién le recomendó que hablara conmigo con plena confianza.
Así conocí a Miguel Antonio Salazar Rondón, el periodista que para entonces escribía la última página del semanario que marcó pauta en el periodismo venezolano, Quinto Día, conducido por Carlos Croes.
Para los venezolanos en nuestro país, y para quienes como yo vivíamos allende nuestras fronteras, era de lectura “obligatoria” su columna los viernes, en nuestro caso por internet.
Por más de un año estuvo injustamente detenido Miguel Ernesto en Bogotá, y su padre, cada 45 días, máximo dos meses, iba a visitarlo, a revisar y hacer seguimiento judicial del proceso con el abogado Ernesto Amézquita Camacho.
Desde que llegaba a la capital colombiana, hasta que se devolvía a Venezuela, era mi deber atenderlo, y junto con un pequeño grupo de funcionarios, entre quienes recuerdo a Gregorio Flores y Richard Villarreal, solíamos compartir gratas veladas. Con el pasar del tiempo la solidaridad se convirtió en afecto y desarrollamos una entrañable amistad.
Regresé a Venezuela en noviembre de 1999 y me instalé en la isla de Margarita, tierra de mi familia paterna, en septiembre del año 2000. Desde que regresé a mí país mantuve el contacto con quien ya “acariciaba” la idea de tener su propio semanario.
Estando ya radicado en Margarita, funda el semanario “Las Verdades de Miguel” y me invita a formar parte de su staff de columnistas, primero con un espacio de unos ochocientos caracteres que se llamó “Las Verdades de Margarita” y luego con una página completa, la cual bauticé con el nombre de “Coctel de Camarones”.
Tuve el privilegio de escribir desde la primera hasta la última edición en la versión impresa de “Las Verdades de Miguel”. No fue fácil debo admitirlo, en el camino tuvimos tropiezos, severas diferencias y hasta “fuertes” discusiones, pero nunca me censuró ningún comentario.
No olvidaré jamás la controversia que tuvimos a propósito del venezolano que fuera propietario de la línea aérea venezolana Aeropostal, quien estaba detenido en Colombia acusado de narcotráfico. Miguel estaba convencido que nunca sería extraditado a Venezuela. Eran los tiempos en que Juan Manuel Santos, ejercía como jefe de estado de la hermana república.
En esa oportunidad yo escribí como comentario principal de mí columna, que el detenido en Colombia sería extraditado a Venezuela.
Miguel Salazar, no sólo no me censuró, sino que además tituló como editor del semanario, que el indiciado nunca regresaría a nuestro país y que, si abandonaba Colombia, sería para ser prisionero en una cárcel estadounidense.
Finalmente, Walid Makled García, empresario venezolano oriundo de Tinaco, estado Cojedes, con ascendencia siria, fue extraditado a Venezuela donde fue condenado a 25 años de prisión.
Esta anécdota ilustra el tipo de relación de respeto que mantuvimos hasta que se publicó la última edición del semanario.
Siempre nos veíamos, venía mucho a Margarita, donde tiene una pequeña propiedad en el municipio Maneiro. Su querencia por nuestra tierra y su devoción por la Virgen del Valle, se manifiesta en Ana María del Valle, el nombre de su hija menor.
En los últimos tiempos estuvimos bastante distanciados, pero siempre mantuvimos el contacto. Aun cuando dejó de venir a la isla con la frecuencia de tiempos anteriores, su añoranza por Margarita, su casa y sus amigos por estos lados, estaban presentes en nuestros contactos telefónicos.
Como les comenté al principio de estas líneas, este lunes recibí la noticia de la muerte del amigo, del hermano. Su esposa Whuonar Zambrano, su hijo Miguel Ernesto, y su inseparable compañero de trabajo Julio Colina, me transmitieron la terrible noticia, la cual me agarró tan desprevenido como a mi hermano Miguel Salazar lo sorprendió la muerte.
No me queda otra que superar el amargo dolor que me causa su inesperada partida y dedicarle la oración del réquiem a mi amigo del alma: “Señor de la vida y dueño de nuestros destinos, en tus manos depositamos silenciosamente este ser entrañable que se nos fue. Mientras aquí abajo entregamos a la tierra sus despojos transitorios, duerma su alma inmortal para siempre en la paz eterna, en tu seno insondable y amoroso, oh Padre de misericordia”.
Vuela, vuela, vuela alto Miguel, que “los que mueren por la vida, no pueden llamarse muertos. Y a partir de este momento, es prohibido llorarlos”.




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