1 Oct, 2014 | Son múltiples y variadas. Nacionales e internacionales. Enfermedades como dengue, chikingunya y ébola, amenazan con propagarse por todo el planeta. Las dos primeras ya están en Venezuela. Además, aquí vivimos una guerra de cuarta generación, acentuada con la lamentable desaparición del jefe supremo de la revolución bolivariana, Hugo Chávez. Nuestra infame oposición se ha dedicado a hacer la vida imposible al gobierno para tumbarlo. Golpe de estado y paro petrolero, contra Chávez, siguen en el recuerdo. Prohibido olvidar. Ahora someten al país a una guerra económica sin precedentes, cuyas consecuencias son inflación, escasez de alimentos, contrabando desmedido por las fronteras o exportación ilegal, dólar paralelo por las nubes y otras calamidades. Así como antes todo fue culpa e’ Chávez, ahora es culpa e’ Maduro. Algunos débiles de espíritu y pobres de conciencia, cansados de tantos problemas, se lo creen. Es peligroso. Por eso el gobierno debe apretar la mano con mucha firmeza. Se reconoce el esfuerzo, pero no ha sido suficiente. Falta autoridad.

Aquí en Margarita los supermercados hacen lo que les da la gana y una parte del pueblo cayó en la trampa. Compran constantemente harinas, aceite, café, polvo para lavar, pañales, entre otros. Muy pocos por necesidad, la mayoría para revender, bien caro. Hasta las baterías para carro las compran y las revenden a altos precios. Por ejemplo, en nuestra Isla hasta hace algunos meses una empresa reconocida vendía máximo 12 baterías al día, ahora venden entre 40 y 50. Ante tal avalancha ellos mismos han creado sus controles y sólo venden a quien lleve la batería dañada y presente los papeles del carro. Así esperamos con ansias las captahuellas y los supervisores anunciados por el superintendente de precios justos, Andrés Eloy Méndez, para detener este desastre en los supermercados y otros negocios. Es urgente. En otras áreas como la inseguridad, otro problema gravísimo, saludamos el patrullaje inteligente para los que tienen teléfonos celulares avanzados. Una buena medida. Finalmente, de todos nosotros depende que las soluciones del gobierno funcionen. A veces uno piensa que somos nuestros peores enemigos. Son muchas las amenazas que debemos enfrentar. Decimos como Fidel Castro: “triunfarán las ideas justas o triunfará el desastre”. Al zancudo, ni agua.