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26 de abril de 2024





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La dispersión europea
Este complejo proceso que culmina con la ampliación del mercado común y la constitución de un vasto y variado espacio sociocultural, económico y político, sufre hoy una profunda crisis que mina las bases mismas de su existencia.
Walter Castro Salerno | walterjosecastro@yahoo.es | https://wjcastro.wordpress.com

28 May, 2016 | Lo que algunos estadistas, dotados de singular lucidez y sentido de las fuerzas profundas que mueven a las naciones y quienes llenaron en el siglo pasado brillantes y heroicas páginas de historia previeron para Europa, es lo que está ocurriendo, o próximo a suceder. El camino de la unificación europea, que comenzó pocos años después de la II Guerra mundial, con el nacimiento de Benelux, fue largo, difícil y sinuoso. Cobró impulso con la comunidad del carbón y del acero, después con la reconciliación franco-alemana, luego el Tratado de Roma (1959) y la “Europa de los 6”.

Este complejo proceso que culmina con la ampliación del mercado común y la constitución de un vasto y variado espacio sociocultural, económico y político, sufre hoy una profunda crisis que mina las bases mismas de su existencia. En efecto, cuando De Gaulle, para no mencionar sino a uno solo de aquellos grandes protagonistas de la historia exaltaba y defendía a la nación, como fuente, símbolo y valor del devenir humano, no hacía sino constatar la potencia de este elemento en el curso de la historia y su permanente, aunque a veces sordo y discreto latido en el desenvolvimiento de las sociedades políticas. Una Europa de patrias, países, pueblos, comunidades no es concepto abstracto, puesto que no sólo en el interior de la CEE se sienten las tendencias centrífugas, sino incluso, y con extremo vigor en el seno mismo de las naciones.

Las disparidades y asimetrías geográficas y económicas, históricas, culturales y lingüísticas, pongamos como ejemplos, se palpan, prontamente entre el norte y el mediodía italianos, entre valones y flamencos, en España, entre catalanes, vascos, gallegos, canarios, andaluces y castellanos o valencianos, y entre los celtas, como los escoceses, galeses e irlandeses y los anglo-sajones. Precisamente el referéndum, el próximo mes de junio llamado “Brexit” (“British salida”) en Gran Bretaña, hará aflorar otra vez la arraigada y remota aspiración autonómica de los escoceses. Los catalanes ya tienen casi un pie fuera de España. Hacia el este, los pueblos bañados por la aguas del Danubio, en su fluir y derrame hacia el mar Negro, cargados de antiguas sangres, historias y dialectos, afirmarán sus particularismos regionales. Tanto más cuanto que la irrupción de oleadas de emigrantes del oriente medio, les exacerba la instintiva ansia de seguridad.

Es posible, y desde luego deseable, que nos equivoquemos en este análisis por cuanto la CEE ha constituido un modelo de confederación de pueblos tan diversos, en democracia y prosperidad económica. Para eso deberán privar la sensatez y la sabiduría, así como la voluntad de todos por preservar las conquistas económicas y sociales del viejo y poderoso bloque, tan exultante de historia. Será el único modo de evitar la dispersión europea.




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