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¡Puedes ser tú!
Los que estamos cerca de un enfermo tenemos también la oportunidad de dar amor. Además de las terapias y medicinas, los enfermos necesitan igualmente la compañía, la comprensión y la sonrisa, que se traduce en pequeños servicios y en distracciones adecuadas a su situación.
Fernando Castro Aguayo / fcastroa@gmail.com

17 Feb, 2017 | “.. la compañía, la comprensión y la sonrisa…Estas acciones de amor y caridad son verdaderas terapias.”


La experiencia de la enfermedad es singular y especial. Nadie la desea, y late constantemente en la persona según va corriendo la vida.

Celebramos el pasado 11 de febrero la Jornada Mundial del Enfermo. Jesucristo acompañó a muchos enfermos, gente sin esperanza humana, y a algunos sanó. Él mismo padeció el dolor de su Pasión y la misma muerte.

Todos tenemos la dignidad de personas y de hijos de Dios. Todos podemos sufrir la enfermedad y con toda seguridad la muerte. Muchos creyentes en Dios viven esos momentos con sentido de identificación con Cristo, una suerte de pasión, que Dios acoge como una oración de intercesión por las necesidades del mundo, numerosas y complicadas, como la paz, la familia y muchas otras. Es que los enfermos y los niños son “predilectos de Dios”: los escucha particularmente el buen Dios.

Los que estamos cerca de un enfermo tenemos también la oportunidad de dar amor. Además de las terapias y medicinas, los enfermos necesitan igualmente la compañía, la comprensión y la sonrisa, que se traduce en pequeños servicios y en distracciones adecuadas a su situación. Estas acciones de amor y caridad son verdaderas terapias. Yo he visto hombres y mujeres morir con una sonrisa en la cara, agradeciendo a Dios por todas las cosas buenas recibidas en la vida y rezando para pedirle a Dios por tantas necesidades.

Cuidar un enfermo, dar amor, acompañar, distraer, divertirlo tiene muchísimo valor. Son gestos que pueden ser verdaderas oraciones a Dios y nos hacen a todos muy felices porque damos por puro amor y sin ningún interés.

Hay que dar muchas gracias a Dios por la gente que sirve a los enfermos: tanto por las camareras, como por las enfermeras, por los terapistas y por el médico o especialista que analiza y orienta un difícil caso clínico. Todos esos servidores tienen la fortaleza de Dios. En la salud fomentarán una digna atención y serán entonces justos con los enfermos.
¡Puedes ser tú! ¡Puedo ser yo!




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