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Chao, Freddy
Hoy toca despedirlo, no sin antes expresar solidaridad a su familia por esta pérdida. Chao amigo, nos vemos cuando nos veamos.
Marcos Tineo M. | tineo.marcos@gmail.com

26 Mar, 2017 | Le digo al tío Caballo Rojo que yo no acostumbro a despedirme por escrito de los amigos que mueren, pero en el caso de Freddy Hernández, he sentido la necesidad de hacerlo. El se hizo margariteño muy joven, cuando vino de su natal Puerto La Cruz acompañando a sus padres y hermanos, todos decididos a hacer de esta isla su hogar y, tras una breve parada en Cumaná, así lo hicieron.

Pedro Hernández, impresor de cuerpo entero, enseñó el oficio a Freddy y con el gran esfuerzo de toda la familia, dieron vida a una pequeña firma que aún sigue enhiesta pese a las dificultades del país. Puede afirmarse que la tinta y el papel constituyeron su estructura vital.

Pero otra pasión acompañó a Freddy en su paso por la vida: La política. Desde muchacho abrazó la idea del socialismo verdadero, ese que nada tiene que ver con la perversión que afecta hoy al país. Desde las filas del partido que lo acogió en el momento de su fundación y simultáneamente por un impulso natural de hacer el bien, este luchador hizo de la doctrina una práctica cotidiana en la que la generosidad marchaba pareja con la solidaridad. La humildad, franqueza y la honestidad fueron su marca.

Fue esa práctica de vida lo que lo llevó, primero a la junta parroquial de Fajardo (Villa Rosa), después al Concejo del municipio García y, posteriormente, a la Alcaldía de esa jurisdicción. En esas posiciones la gestión cumplida fue meritoria. Como edil motorizó iniciativas e impulsó normas aún vigentes en el municipio. Como alcalde desarrollo la más productiva y provechosa gestión que un mandatario local haya cumplido en la corta historia de García. Al revisar el historial de obras realizadas durante los diferentes mandatos cumplidos en esa jurisdicción, ningún otro resalta más que el de Freddy Hernández. Su error fue, vaya paradoja, no permitir desmanes a los supuestos aliados en el ayuntamiento. Ello le valió ataques que nunca respondió, pues no daba albergue al odio ni al rencor.

Freddy volvió a su cotidianidad como el hombre honorable que siempre fue, pese a haber sido víctima de las circunstancias políticas. Nunca nadie pudo acusarlo de prácticas insanas que perturbaran su dedicación al grupo familiar, a los amigos, a su comunidad y su trabajo, pese a que, como todo hombre, padeció debilidades que pudo superar gracias a su enorme dimensión humana.

Hoy toca despedirlo, no sin antes expresar solidaridad a su familia por esta pérdida. Chao amigo, nos vemos cuando nos veamos.




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