20 May, 2017 | La teoría política de origen marxista, orientada al análisis de la evolución de las clases sociales, durante el llamado "proceso de transición", de la "dictadura del proletariado”, hacia una fase superior, el socialismo, tuvo extraordinario enriquecimiento con los ensayos de León Trostky, Antonio Gramsci y M. Djilas. Trostky trabajó básicamente sobre la experiencia de la gran revolución rusa de 1917. La lucha en torno al liderazgo y la dura confrontación con Stalin, la cual a la postre le dejaría con el cráneo roto en México, en 1940, marcaron sus agudos análisis. El partido concentrado en un grupo, el "aparato" del comité central, aquél controlado con el buró político, y al fin, todos sujetos a un solo dirigente. Todopoderoso. Omnisciente. Infalible. La llamada dictadura del proletariado se convertía así en la dictadura de un solo hombre. Tiempo y espacio congelados, sólo cortados con el cuchillo de la biología, o el efecto de alguna catástrofe.

Con la mayoría de los sectores productores de bienes expropiados, las industrias estatizadas al igual que los servicios públicos, el agro colectivizado, los ministerios, la seguridad, el ejército, las aduanas, la gestión y administración de los impuestos, la planificación y asignación de recursos y divisas extranjeras, ¿la administración toda del Estado quedaba en manos de quiénes? De los burócratas. Una dictadura de funcionarios del Estado y del partido, que monopolizaba los medios de producción y el poder, concluía Trostky en "La revolución traicionada" . Fue justamente lo que ocurrió. Esa clase era nueva. Fruto de la revolución. Asumía, y había absorbido y metabolizado, en veloz e impresionante operación, todos los privilegios, las ventajas, los atributos y recursos de la clase o clases sociales que habían detentado anteriormente la hegemonía, y sido arrojadas del poder. No sólo eso. Además los iban extendiendo, como en la antigua Roma, a su parentela, "clientela".

La burocracia gobernante era pues así, en el nombre de todo el pueblo, corrupta, nepótica y hereditaria. Sus hermanos, hijos, sobrinos, amigos, "los enchufados", vivían y viajaban a costa del Estado. Algo más trascendental, hondo y grave, desde el nudo mismo de la filosofía de Marx?: ¿Adonde iba la "plusvalía" de todas aquellas empresas y sociedades expropiadas? ¿Es decir: Aquéllas horas de trabajo extras que el obrero antes "regalaba" a los antiguos capitalistas? El italiano Gramsci, con su lucidez característica y capacidad dialéctica, se fijo también en estas contradicciones. Sostenía la tesis de la democracia efectiva. Consejos obreros destinados a dirigir el proceso revolucionario. Dirigentes capaces de los mayores sacrificios, austeros y honestos. Elegidos en forma democrática, sin interferencias, salidos del seno de las bases. Quien ahondó definitivamente en el problema, fue alguien quien venía del núcleo de la "nueva clase". El yugoslavo Djilas, líder fundamental de la resistencia serbia contra los nazis, en la II guerra mundial, lugarteniente del legendario Tito, segundo al mando de la antigua Yugoslavia, en un ensayo claro y contundente, señalaba que había nacido y se desarrollaba peligrosamente, una nueva clase. La burocracia gobernante. Los "enchufados". Es, explica Djilas, la "nueva clase la burocracia del partido, la que usa, administra y controla oficialmente la propiedad nacionalizada y socializada".

La conclusión es obvia: Esta nueva clase, ahora con la hegemonía del poder, no dejará fácilmente, o sin lucha, el cúmulo inmenso de privilegios y riquezas, logrado durante su ascenso al control del Estado. Creemos que, al margen de cualquier consideración relativa al derecho constitucional y a la estrategia política concebida en el alto gobierno para sobrevivir a la crisis, el objetivo de la convocatoria a una asamblea constituyente es la entronización en el poder en Venezuela, de la nueva clase.