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Un detalle de la Historia Para muchos, todo termina el próximo domingo; si el fraude constituyente se concreta, no hay más allá, el despotismo se atornillará para siempre. Asumimos que de verdad en esta semana se define nuestro destino singular y el de la nación venezolana. Manuel Narváez | narvaezchacon@gmail.com
27 Jul, 2017 | Crucial, decisiva, crítica; así estamos calificando a la semana que transcurre. La sensación generalizada es de que algo trascendente va a pasar. Nos preparamos para un violento “choque de frente”, para una furiosa tormenta con vientos huracanados y lluvia implacable como en tiempos de Noé. Para muchos, todo termina el próximo domingo; si el fraude constituyente se concreta, no hay más allá, el despotismo se atornillará para siempre. Asumimos que de verdad en esta semana se define nuestro destino singular y el de la nación venezolana. Pero hay otras visiones menos apocalípticas. De acuerdo con ellas los países no terminan, la Historia no se detiene, el mundo continúa girando y los equilibrios siempre se restablecen. Así, estos días tumultuosos formarían parte de la normalidad en el desarrollo de las sociedades. Todo lo que está sucediendo y que nos parece catastrófico, incluso el centenar de muertos, no sería más que un episodio en la historia de Venezuela. Más adelante, en un año o dos, nada de lo que nos preocupa hoy tendrá importancia; todo será un vago recuerdo. La relativización de los actuales acontecimientos puede ser útil porque sosiega un poco los espíritus exaltados y agrega profundidad a la interpretación de los hechos. Pero sin lugar a dudas encierra peligros, porque la relativización puede derivar en banalización. Adicionalmente, no es fácil relativizar cuando no tenemos distancia temporal ni emocional y las circunstancias nos arrastran; entonces, la incertidumbre se impone y el horizonte se ensombrece. A veces, como ocurre actualmente con muchos de nosotros, la vida nos coloca en situaciones extremas para recordarnos lo que de verdad significa la soledad: decidir, sin la ayuda de nadie y sin posibilidad de descargar en otro la responsabilidad propia, cuándo jugarnos la existencia.
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