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26 de abril de 2024





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Monseñor Ramírez Salaverría, pescador de amigos
¡La cantoría del cañamelar de olorosa espesura! El mujido sembrador de esperanzas y el quehacer del color negro; que se apoderó de tu corazón, travieso y musical. Delicada pertenencia tuya, ojos de vigía celestial. Decidiste hacerte Pastor Espiritual.
Perucho Aguirre

11 Ene, 2018 | Aquí, los que moramos en Monagas, sabemos que eres oriundo del pueblo de Cariaco. Dolorosamente destruido por la acometida bestial de la tierra, en su relieve y corazón. Natural de ahí: ¡De estribillo alborotao con la fuerza y sabor de Chiguana y Campoma! Pintorescos pueblos que abundan en esa agropecuaria estancia sucrense. Que yo sepa, por esos lares de cuereta relinchona y de voces amanecidas no había piano, que ejecutaras tan bien. Gente a quien pregunto acerca de ti me dice que tu vida de niño estuvo colmada de intemperantes jugueterías campestres, escuela popular y azul del mar. Aguas termales, viento suave y apacible.

¡La cantoría del cañamelar de olorosa espesura! El mujido sembrador de esperanzas y el quehacer del color negro; que se apoderó de tu corazón, travieso y musical. Delicada pertenencia tuya, ojos de vigía celestial. Decidiste hacerte Pastor Espiritual.

¡Para cuidar y enmendar, espiritualmente! Como he escarbado tu corazón, hoy, de 80 años de amores; jamás, me pesará escribirte. Alguien ha dicho que una palabra de aliento vale más que una morocota (Pudiera ser). ¡80 zafras! Y como no tengo más que regalarte, a nombre de mi familia, acéptame estas pocas palabras. Encomienda de mi madre Ana Matilde, mi hermana Ana Eloisa, del cuñao Licho y Freddy, mi hermano, a quienes conoces, porque son tus soldados como lo son de Dios. Recíbelas como un aliento más. La tierra, amigo Monseñor, la tierra es quien nos manda! Y, con permiso de tanta tristeza y desolación apartemos lo de llorar y pésames…

Celebramos contigo esos 80 estribillos que han hecho de ti, tan maravillosa existencia. Monseñor Antonio José Ramírez Salaverría, primer obispo de la Diócesis de Maturín: usted se hizo sol de impecable traje alumbrando las sombras y los conticinios de su San Francisco de Austria de Cariaco. Corazón suyo que se resiste a desaparecer. Usted tomó sus estrellas y se vino a regarlas aquí en su nueva patria chica: Maturín. Bohío que nos hinca diariamente su lozanía y esplendor.

Se vino con el Golfo de Cariaco en sus manos, corazón y en lo guarales de todos sus ríos; como buen Pescador de Amigos se valió de todos los nudos de abordo, como el nudo La Margarita, y, así, amarrarnos con el especial verbo de sus palabras. ¡Recia personalidad! El milagro que pocos santos de carne y hueso logran unirnos a todos por Monagas, por sus problemas, su gente y sus virtudes. Redes las tuyas, amigo mío, arpón, ranchería, ostral… Reverbero que ha hecho sentir velas que sueñan, anzuelos que pretenden despertar infinitos rumbos y se deciden, optan, por extrañar fondeaderos azules.

Con usted, amigo Monseñor, se oye hoy un canto de peces que hacen letanía de ricos placeres. Es como musitar sin melancolías en sus rancherías de sentimientos, ancestros, a fuego lento y tropical… De gotas y compases, con su instrumento de notas nacaradas y experienciales. Es usted, Monseñor, como las islas, es síntesis de herencia que sepulta lo transitorio. Por eso, con usted estamos sus amigos. Los que como a mí, ha pescado tan mansamente… ¡Su Pescador de Amigos, también!… Perucho.

¿Azul?




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