11 Ene, 2018 | Se cuenta que en los turbulentos inicios de la Revolución Francesa, la reina María Antonieta preguntó a su asistente cuál era la causa de las protestas populares. Se le informó que la gente hambrienta protestaba por la falta de pan; entonces, la noble señora habría comentado “Si no tienen pan, que coman pasteles”.

Esa frase fue recibida como una burla cruel y como la prueba irrefutable de la indiferencia de la realeza ante los padecimientos del pueblo francés. No cabe duda de que la agitación propagandística, con apoyo de la expresión atribuida a la Reina, contribuyó a consumar el divorcio de la gente con sus monarcas y a acelerar la caída del ancien régime. Como su marido, el rey Luis XVI, María Antonieta fue guillotinada.

Otrora en Francia, como ahora en Venezuela, la falta de pan fue la consecuencia de una crisis económica que provocó inflación y desabastecimiento. Hoy en Venezuela, como ayer en Francia, el contraste entre la opulencia de la nobleza (los enchufaos) y los rigores miserables del empobrecimiento que sufre el país, hace crecer una rabia sorda, por ahora contenida, que presagia desenlaces violentos.

Hay hambre en Venezuela, crece el descontento frente a un gobierno que no reconoce la gravedad de la situación y que se burla de quienes sufren con aumentos de sueldo que empobrecen; con bolsitas de alimentos que no alcanzan y que pocos reciben; con colas humillantes para conseguir un carnet y un bono, que no sirven para comprar un kilo de carne ni un cartón de huevos. Y encima, el bigotudo abusador que ofende, se ríe y baila en televisión.

La Historia no se repite, pero a veces ofrece impactantes paralelismos. Todavía estamos a tiempo para ahorrarnos la tragedia, podemos evitar el baño de sangre; pero para ello se necesita que el gobierno recupere la sensatez y entienda que debe respetar a quienes sufren.