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26 de abril de 2024





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Cerveza Today
Jugadores de truco y dominó lucen entristecidos por la falta de tan inseparable compañera, que servía de premio a los ganadores de partidas y de muy deseado consuelo a los perdedores.
Carlos Villalba-Luna | villalbaluna@gmail.com

7 Ago, 2018 | Ya la cerveza ha venido a constituirse en una especie de referencia del precio del dólar, con una friíta pequeña por el orden del millón de bolívares, con el tercio mucho más lejos. Y según los dependientes de festejos, bodegas, restaurantes y demás centros de diversión, cada semana la caja les llega a mayor costo, para dolor de cabeza y de bolsillo de los amantes de la espumosa, que no solo incluye a los hombres sino también a muchas mujeres a quienes les gusta refrescarse con la lupulosa.

El incremento vertiginoso del valor de la cerveza ha desaparecido por completo a los "queches", por cuanto ya no se escucha el hasta hace poco acostumbrado "bríndame una", y si se pronuncia nadie le para o todos se hacen los desentendidos. Algo similar a lo que ha ocurrido con los pedigüeños, género en extinción por la escasez del sencillo. Dos "oficios" de muy vieja data, que han sido arrasados por la vorágine del chavomadurismo, plaga que acabó con el buen nivel de vida que disfrutaban los venezolanos, famosos en el mundo entero por el "ta barato, dame dos".

Los organizadores de torneos de bolas criollas y los jugadores del tradicional deporte también echan de menos a la cerveza. Los primeros por los añorados beneficios que su venta les proporcionaba; y los segundos, por no disfrutar de aquellas inenarrables cantidades que se zampaban los fines de semana, entre arrime y boche, en la alegre caminadera dentro de la cancha. Y en otro orden, ni se ven, en el caso de Margarita, los festivales playeros, donde hermosas chicas animaban al consumo hasta a los más beatos, con sus sobradas curvas y atractivas promociones de la espumosa.

Jugadores de truco y dominó lucen entristecidos por la falta de tan inseparable compañera, que servía de premio a los ganadores de partidas y de muy deseado consuelo a los perdedores. Tampoco se volvieron a ver en los bautizos y cumpleaños aquellos tambores repletos de Polar o Zulia con mucho hielo, cuyo consumo gratuito animaba la presencia de los invitados y de los arroceros coleados en las celebraciones.

Y por último, antes de que lo olvide, se esfumaron además los recogelatas, porque ya estas ni se venden, debido a lo prohibitivo de su costo en las latas nacionales, y mucho menos las importadas, que solo están al alcance de enchufados y bolichicos, con sus dólares a cuestas; por no nombrar a delincuentes del crimen organizado, a quienes sí les sobra el dinero para tirar para arriba. Menos mal que tenemos aquí al Valle del Espíritu Santo, donde se puede todavía ir a llorar a los pies de la Virgencita ante tanta desgracia, ya sea de tinte etílico o de otra variedad.




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