Porlamar
4 de mayo de 2024





EL TIEMPO EN MARGARITA 28°C






La luna en brazadas. Parte II
Más tarde, luego de 8:48 horas y 28 kilómetros, compartiendo en la paz de la cubierta del velero, mientras recordamos y relatamos el trayecto, nos abrazamos una vez más y nos decimos llenos de gozo e imbuidos en el placer del triunfo: “algo se hizo”.
Alfredo Calvarese

Cortesía

Reto a Coche / Cortesía

24 Oct, 2019 | El plan es nadar aproximadamente por una hora o algo más de tres kilómetros y parar, siempre en el agua, por dos minutos para hidratarnos y comer algo. Este ritmo deberá repetirse por ocho veces antes de la última y deseada parada sobre las cálidas arenas de la playa en Coche. Nado y voy recorriendo familiares y amistades. El mar es una distancia enorme donde repasar las alegrías de tu vida, recordando esos pocos grandes seres que te han dado lo mejor de sí mismos para poder crecer juntos, esa gente que jamás condicionó la relación o la amistad y en la verdadera libertad de ser jamás sintió miedo de seguir siendo y estar allí presente compartiendo las malas y sobre todo las buenas, aquellos que saben cómo llegarte, cuando buscarte y que te hacen seguir siendo lo que eres y valoran lo que haces, gente con la que has ganado y jamás perdido. Duele cuando tu intuición se equivoca y el amor que surge disfraza como grande lo pequeño que no era para ti. Entre un recuerdo y otro, entre un agradecimiento y otro, impresiona como se dan tantas brazadas, respiraciones una y otra vez y los músculos siguen allí dignos e infatigables y uno se goza la coordinación y capacidad del cuerpo para desarrollar una habilidad, en este caso la natación de aguas abiertas.

Mas que recorriendo un detallado programa de entrenamiento hemos llegado hasta aquí por medio de una gran fuerza de voluntad y la madurez lograda ante una insistencia que solo la edad puede ofrecerte. No tenemos el tiempo para nadar seis veces a la semana en dos tandas diarias cumpliendo cuatro o cinco kilómetros de nado en cada una como dicta la norma, pero si tenemos la fortaleza interna y el apoyo mutuo para gozarnos esta distancia a nuestra manera. Aun así, cada vez que terminamos nuestros entrenamientos y en la quietud que brinda el cuerpo relajado en el agua cuando las pulsaciones bajan de nuevo a setenta por minuto, Nelson acostumbra humildemente decir: “algo se hizo”. A las dos horas de haber empezado había un susto interno ante el miedo al fracaso o tal vez la facilidad con la que pudieras abandonar invadido por el influjo de las ganas de rendirse. Pero de pronto ocurre algo en la memoria celular, molecular y neuronal como si se pusieran todas de acuerdo y se convirtieran en un todo conectado al Gran Todo y algo en ti ocurre sintiendo que solo eres vida viviendo y entonces te invade una gran fortaleza, una tremenda seguridad de que lo lograrás y entras en esa meditación dinámica que te permite nadar con paciencia y alegría, con ganas y determinación.

Faltan aun dos paradas más y el extenso bajo de Coche no logra verse por lo turbio de las aguas pero se escucha el rechinar y crujir típico que producen los corales y peces mientras delinean su territorio, lo que nos da una pauta de la poca profundidad. Ante la inminente llegada empieza el desespero por querer llegar pero hay que tomárselo con calma sobre todo cuando sabes que ya lo lograste aunque tus pies aun no pisen firme. Sin tener que corregir ningún rumbo llegamos directamente a Punta Arena o Punta La Playa de Coche. Mi compañero y yo estamos separados por unos cincuenta metros, cada uno parado sobre la arena y con el agua a la cintura, cansados y callados nos vemos en silencio mientras la clarividencia nos comunica claramente el por qué no nadar sabroso ese último kilometro hasta la playa de los hoteles y sin mediar palabra alguna nos lanzamos a nadar en esas quietas aguas estirando y acomodando nuestros cuerpos, gozándonos el placer de nadar con estilo esos últimos metros.

Más tarde, luego de 8:48 horas y 28 kilómetros, compartiendo en la paz de la cubierta del velero, mientras recordamos y relatamos el trayecto, nos abrazamos una vez más y nos decimos llenos de gozo e imbuidos en el placer del triunfo: “algo se hizo”. La luna llena de octubre ahora la tenemos al este donde asciende poderosa, limpia, inmensa y las tenues olas de la bahía se traen su estela a nuestros corazones. Margarita es a lo lejos una larga pincelada de tinta negra que separa el gris claro brillante del mar y el cielo resplandeciente de plata.




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