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La lección del Altiplano
La lección del Altiplano, entonces, debe llamar a reflexión a tirios y troyanos en todo el continente. En Bolivia quedó evidenciado que la ambición siempre resulta tan perjudicial como la mentira.
Ángel Ciro Guerrero / angelcirog@hotmail.com

14 Nov, 2019 | Lo ocurrido en Bolivia debe ser tratado con mucha responsabilidad. No puede ser examinado solamente como una confrontación más de los extremos, tal cual interesadamente quiere plantearlo la izquierda radical latinoamericana, que tiene su vocero en los Informativos de Tele sur.

Nadie niega, desde luego, que la eterna lucha del comunismo contra el capitalismo ha tenido en el escenario boliviano mucho protagonismo. Las muy especiales características de la que fue “la Hija Predilecta” de su fundador, el Libertador Simón Bolívar, el único, insustituible e inimitable Padre de la Patria, así lo han facilitado
Evo Morales, es muy cierto, logró lo que nadie: convertirse en líder siendo indígena en un país donde la raza originaria son inmensa mayoría y los blancos minoría pero, como en todas partes, suprema y poderosa.

Obrero cocalero y una vida donde la abnegación, la penuria y el constante sacrificio despuntaron siempre, alcanza a pulso un liderazgo que lo lleva, en poco tiempo, a una calle que lo recibe, lo aplaude y lo elige finalmente presidente.
Al frente del gobierno, concreta una gestión que muchos califican de extraordinaria, lo pueden comprobar logros de alta factura: saca de la pobreza a más de tres millones de sus hermanos de raza; reordena la economía, ahora fuerte, sólida; nacionaliza los minerales; democratiza la educación y los servicios públicos. Entre ellos el del gas doméstico que monopolizó y enriqueció a la familia Camacho, cuyo actual jefe, dueño y señor del importante enclave territorial, económico y social de Santa Cruz de la Sierra, se coronó como su máximo enemigo.

Pero, ¿qué le ocurrió? Muy sencillo. Evo, militante comunista, que lo disfraza definiéndose como progresista, igual que Maduro y Ortega, por citar apenas dos, aunque éstos empobrecieron sus pueblos y descalabraron a Venezuela y Nicaragua, y Evo no, sin embargo quiso imitarlos pretendiendo gobernar indefinidamente.
Por eso creemos que a la hora de analizar su tragedia, hay que tener en cuenta que una gran parte de la masa que lo defenestró por violar la carta magna plurinacional boliviana, queriendo acomodarla a su ideológico interés, le rechazaron. Fueron los mismos que le habían llevado al mando quienes no le aceptaron su pretensión negándole respaldo por la vía electoral.

Dijo haber ganado la primera vuelta, obteniendo el puntaje necesario de ley, lo cual fue incierto. Y cuando la OEA comprobó las irregularidades cometidas, la Fuerza Armada y la Policial le pidieron renunciara para evitar una guerra civil. Claro que la derecha actuó para aprovecharse de tan crucial circunstancia. Lo demás ya es historia.
La lección del Altiplano, entonces, debe llamar a reflexión a tirios y troyanos en todo el continente. En Bolivia quedó evidenciado que la ambición siempre resulta tan perjudicial como la mentira; y que la alternabilidad en el ejercicio del gobierno es tan imprescindible como el agua para apagar la llama evitándose se encienda la pradera. La perpetuidad en el poder huele a dictadura. Aquí y en las Antípodas. Ese tan cuestionado y repulsivo apego al mando es rechazado y odiado por las multitudes. Para evitarlo se concretase en Bolivia, “las polleras” y “los cholos” se fueron a la calle a rechazar al que era su comandante.

No fueron Mesa ni Camacho los que terminaron derrocando a Evo. Se aprovecharon, sí. El gran culpable fue el primer presidente indígena del nuevo mundo, que olvidó que había enseñado y liberado a un pueblo que no conocía la democracia sino el látigo, el fusil, el hambre, la brutal discriminación. Un pueblo que aprendió rápido y mucho que la democracia es mejor que el comunismo, porque el comunismo fatalmente termina totalitarizándolo todo. Y los indígenas bolivianos lo impidieron.
Lo verdaderamente lamentable desde todo punto de vista, es que la violencia haya sido la invitada de honor.




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