10 Mar, 2021 | Llevo en el alma de mi conciencia el recuerdo inmanente de aquella infancia, inicio de mi edad escolar, de aquel lugar mágico y de una belleza indecible. Aquel paisaje maravilloso me dejó obnubilado que, besó las entrañas profundas de mi ser. Ni el paraíso terrenal se comparaba con tan inigualable belleza.

Aquellos árboles frondosos de cotoperí, camoruco y ceiba de grandes alturas, que casi tocaban el cielo, y sus ramas se iban tejiendo una a una, como bordados de telarañas, para darle preeminencia al paisaje.

Aquel parque, donde niños y estudiantes se divertían a granel. Aquella rueda, donde giraron sus ilusiones de aquel mundo de ingenuidades, en ese círculo que no cesaba de girar. Los columpios, donde mecieron sus almas, para elevar sus sueños, a la infinitud del tiempo.

Una iglesia, monumento espiritual de siglos de existencia, donde la feligresía, ávida de ese Pan Divino, se alimenta día a día, para fortalecer la mente y el espíritu y, ahuyentar los demonios que perturban la paz.

Aquella casa, de dos plantas, enfrente a la iglesia, lugar escogido para saciar esa sed infinita del saber. Romper la oscuridad, para dar la entrada a esa luz divina que alumbra los más recónditos rincones de la conciencia. José "Cheo" Marcano era el director en aquel momento y, Lourdes Campos, la maestra, que nos enseñó las primeras letras.

La Sociedad Pro-Arismendi, la casa del pueblo, construida con los sudores primerizos de tantos jóvenes, que migraron al Zulia, auge petrolero, en búsqueda de una mejor calidad de vida. Epicentro de reuniones familiares, sindicales, actividades culturales y deportivas. Juan Farías Medina, uno de sus fundadores, tuvo el privilegio de ser su primer presidente. También sirvió de asiento del comedor de la escuela, donde los estudiantes hacían dos filas, bajo aquellos árboles frondosos, en plena plaza.

Aquella casa comunal, donde se dirimían los problemas menudos de la gente; y se llevaban los libros de registros de las partidas de nacimiento. "Yayita" y Gloria Salazar fueron las sempiternas secretarias, quienes se aprendieron de memoria las fechas de nacimiento de todas las personas. Además, fue lugar donde funcionó la policia de la localidad. Un hecho muy lamentable se suscitó allí, el suicidio de Luis "Papudo", directivo de la Junta Comunal y, muy apreciado en la comunidad por su don de gente.