Porlamar
5 de mayo de 2024





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Entre gallos y caballos
Que si nunca habían pasado una Navidad tan limpios, que si apenas van a comer con alitas de pollo y a celebrar con guarapita, que si esto y que si lo otro, pero yo, ni pendiente. Por algo la llamarán Nochebuena.
Fredy Salazar | salazarfug@gmail.com

30 Dic, 2017 | Igual que la última vez, este año me vestí bastante antes de la medianoche. Bien trajeado. Con flux nuevo comprado en los buenos tiempos, corbata de seda con el nudo Onassis, y calcé mis zapatos de piel recién pulidos y guardados para eventos de primera. La pelazón al cipote, le dije a la mujer mía y me senté como un pachá a echarme tragos, a esperar la cena y a recibir mensajes por todas las redes, por cierto la mayoría amargos.

Que si nunca habían pasado una Navidad tan limpios, que si apenas van a comer con alitas de pollo y a celebrar con guarapita, que si esto y que si lo otro, pero yo, ni pendiente. Por algo la llamarán Nochebuena. Tenía presupuestado dos botellas de whisky de marca, una para el 24 y la otra para el 31, pero les di matarile a ambas antes de las 12, total entre los deseos al Niño Jesús incluí una cesta navideña bien resuelta y seguro ahí vendrá la botellita de fin de año.

A las 12 en punto nos sentamos a la mesa con todas las de la ley: mantel verde con bordado de campanitas blancas y flores rojas, cesta mediana con bastante pan de jamón cortado en rueditas, bol de vidrio repleto de ensalada y sendas bandejas con hallacas y pernil horneado. Por un convenio de un año tú y el siguiente yo, esta vez le tocaban las palabras a la mujer mía y no pudo ser más acertada, ni yo lo hubiera hecho mejor. Esta no es la crisis que me va a envainar a mí, dijo, y nos lanzamos sobre aquel banquete. Ahí no sobró nadita, mesa limpia y ollas vacías fue el saldo a nuestro favor. Ya mañana veremos con qué resolvemos, pensé, después del último eructo.

Mientras los niños destapaban los regalos y las mujeres repartían el dulce de lechosa, la torta negra, el turrón de almendras y los refrescos, yo escurría el champán del fondo de las botellas, el licor dulce que tomaron las muchachas y el Amaretto con que bajaron algunos la comida.

Ya reposados, pelé por el vino que sobró de las hallacas, unas cervezas calientes que encontré en la alacena y una garrafa de ron con ponsigué que tengo desde que me vine para Maturín. Ahí arrancó la Billo's en la emisora y el baile en la sala; créanme que ni la comida, ni la bebida ni la bailada me causaron alguna molestia, al contrario, mientras más sediento más.

Ya casi para amanecer nos fuimos a acostar y no sé si roncábamos o aún despabilábamos cuando oí que la mujer mía me dijo: "Menos mal que me hiciste caso cuando te propuse vender la tienda de repuestos y montar la banca de animalitos".




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